Nepal, país agrícola y donde casi tres cuartas partes de la población viven en entornos tradicionales, posee una arquitectura vernácula muy rica y variada. Predominan construcciones con materiales del lugar: piedra, tierra, ladrillo, madera, adobe, que han respondido históricamente a las necesidades del entorno, a las necesidades sociales y culturales del país…y que sin embargo se han ido sustituyendo por el modelo impuesto por los países occidentales, que se toma erróneamente como ejemplo a seguir.
Hormigón armado y estructuras metálicas, fomentadas por el gobierno, han ido sustituyendo y promoviendo el abandono de aquellos materiales, tipologías, técnicas constructivas tradicionales, tomándose como estandarte y signo de «desarrollo» en Nepal. Sin embargo, se ha podido comprobar que, a la larga no responde nada bien a la realidad local, por su condición importada, su alto coste, su baja adaptación a las condiciones climáticas del país, y su mala respuesta frente a movimientos sísmicos (dada su inevitable mala ejecución, infradimensionado y poco armado de los edificios).
Esta realidad se recrudeció tras el terremoto Ghorka de 2015, con terribles consecuencias sociales y patrimoniales, por la destrucción de miles de hogares y porque el terremoto no solo afectó a la arquitectura “occidentalizada”, sino también a la arquitectura tradicional que, debido a la falta de madera en el país, ha provocado construcciones con malas respuestas frente a sismos, donde esta jugaba un rol fundamental.